RCS d’Asterisc Agents. Autor: Lucca.
La historia de Lin
CAPÍTULO 1
– ¿¡Qué hago aquí!? ¿¡Quién eres?! –, respondí agarrando mi gran espada apuntando hacia él.
–Tranquila, te hemos salvado, pequeña–.
Entonces, con rabia, respondí:
–¡¡Tengo 23 años!!–.
Él se sorprendió y se disculparon diciendo:
–Perdón señorita, mi intención no era enfadarte. Me presento: soy Bermity, y te encontré enferma al lado del árbol de tu espalda.
Mire hacia atrás, ya que el señor se veía simpático: era de gran edad, con una barba considerablemente larga, más tarde me invitó a su casa a comer algo, tenía un té caliente recién hecho y una carne, y me preguntó mientras comía:
–¿Cómo has llegado a este lugar?–.
Y respondí con la boca llena:
–No lo sé, solo estaba al lado de la tumba de mi padre–.
Seguimos hablando por mucho tiempo hasta que pregunté sobre mi ciudad, él no sabía de qué le hablaba y explicó que donde estábamos era en Helmniendor. Siguió hablando de la ciudad, de clases de guerreros como magos, elfos, ogros… también comentó que los cazarrecompensas obtienen una gran ganancia, y dijo que había un sujeto que le daría más ganancia que la persona más rica del mundo. Pensé en esa cantidad de dinero y respondí:
–Derrotaré a ese tío por las monedas—. Él se quedó con cara de sorprendido y me contestó:
–¿Hablas de los rubíes, no?–.
–¿Rubíes?–. Contesté con confusión, me explicó que el pago se hacía por rubíes ya que era un poco más difícil de obtener que el oro y además estaba sobrevalorado allí. También me avisó de que tenía que inscribirme para trabajar y obtener un grupo.
–¿Eso es todo? Seguro que puedo–, respondí con un poco de terror.
Más tarde me llevó hacia allí y se marchó, entré pensando que serían gente muy fuerte, con armas más grandes que la mía o con cara de malos, pero no fue tanto así. La gente era alta, más que yo, pero no demasiado. Llegué hasta un señor que contrataba, entonces le avisé:
–¡Eehh!–. Miró hacia los lados sin verme, y luego miró hacia abajo y dijo:
–Ah, una enana quiere trabajar aquí…–.
Con cara de enfadada le dije:
–¡¡Soy humana!!–.
Todos me miraron raro, aunque una persona destacaba de entre todas. Acercándose hacia mi, me dijo:
–No grites tanto que molestas, enana–.
Y le respondí:
–Y tú quién te crees llamándome así–.
–Soy Suphia, el elfo más conocido en la ciudad, y me has ofendido, así que te reto a una thilrarot. Pregunté.
–¿Qué es eso?–.
Todos se quedaron sorprendidos por la propuesta y porque no lo sabía.
–Exactamente, es una batalla sin magia, obligatoria–, dijo uno en la lejanía.
Sin más remedio, acepté y comenzamos. Él sacó unas cuchillas y se acercó hacia mí corriendo, entonces recordé un consejo de mi padre: mi arma no tiene una función específica, pero su mejor utilidad es la de defender.
Entonces, rápidamente, me defendí y él hizo un salto hacia atrás y me tiró sus cuchillas con velocidad, así que las desvié con mi espada y me acerqué a él corriendo y lo embestí con el mango de la espada.
–No está mal para una novata. Solo te ponía a prueba–, dijo con tono chulito.
–Pues no sabía que los expertos atacaran corriendo hacia el enemigo vulnerable…–.
Se enfadó y lo levanté del suelo, aunque seguía con cara de enfado por la derrota, volví al gremio y no me querían aceptar porque no tenía compañeros. Yo intenté convencerle, pero entonces vino el de antes y se unió a mí, nos aceptaron y tuvimos elecciones de encargos novatos, elegimos a un tal thrum-pa y nos fuimos.